En el parque miraba como los niños
echaban a volar sus cometas,
jugando y saltando de aquí para allá.
Caidas y risas en cada intento,
rivalizando por ver quién
la izaba más alto.
Mi deseo era tener un trozo tela
que alcanzara las estrellas,
que abrazara la noche
y se sentase junto a la luna
allá, a lo alto.
Volvía a casa cabizbajo.
Hoy el campo estaba solitario,
y encontré una cometa abandonada
en el suelo, rota y desentablillada.
Vendé los quebrados listones,
y la pinté de vivos colores.
Con mimo y cuidado
la posé sobre el suelo,
cerré los ojos,
un deseo,
esperé una brisa de viento,
estiré de los frágiles hilos,
y valiente,
alzó su vuelo.
Por horas jugué,
mirando como correteaba,
presumida,
por el cielo,
y para mí, se detuvo el tiempo.
Ahora, cada vez que vuelvo
al viejo parque recuerdo
lo feliz que me hizo sentir.
Frágiles filamentos
unieron nuestros anhelos.
Lo que en mi pecho
se avivó con fuego,
no lo apaga la lluvia,
ni ráfaga de viento.
Vuelvo,
por que te echo de menos
y te sigo queriendo.
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