Mi tierra (r)

Vivo lejos de la tierra

que me vio nacer,

y cada día brindo al mar

una lágrima envuelta

en un pañuelo de seda,

con tu nombre bordado,

esperando que cada noche

regrese con la promesa

de volver a tu lado.

Sueño con paredes

perfumadas de cal,

y los colores de tus patios.

Me has enseñando,

desde la distancia,

que en mi corazón

aún brotan las flores de mayo.

Soy un corazón fatigado,

que todavía sueña

con volver a ser niño,

manchando sus manos de barro.

No recuerdo cuando fue (r)

No recuerdo cuando fue

la última vez

que desperté

sin lágrimas en los ojos.

En el silencio,

las reúno y amontono,

en las palmas de mis manos.

Las miro,

acuno,

y sigo llorando.

En cada lágrima mía

hay un pedacito de ti,

de recuerdos de una vieja historia,

que ya quedó lejos

y sólo se mantiene viva

en estos trocitos de memoria,

recolectadas una una,

en la soledad

de mi alcoba.

En cada una de ellas,

un pedacito de mi,

que quiere huir

del calor de la mano,

darte un último beso,

y yacer al amparo

del frío suelo.

¡Luna llena, luna clara.(r)

Asomado por mi ventana

contemplo como

un barquito pequeño,

con corazón de madera

y velas de plata,

surca el cielo

entre las estrellas.

¡Luna llena, luna clara,

hagamos una candela,

y caliente el alma!

Y en la orilla sentada,

una niña morena,

entre lágrimas,

enarbola una adiós,

envuelto en un pañito

bordado de seda.

¡Luna llena, luna clara,

echa más leña,

que la hoguera se apaga!

Baje hasta la arena

con un ramito de flores

para consolar a la niña,

y ya no estaba.

Tan solo, fue el sueño

de otro ángel

que ganó sus alas.

¡Luna llena, luna clara,

apaga el fuego, 

que ya llega el alba!