Aunque mi corazón guarde silencio
y ya no te nombre,
sé que aún te quiero.
Porque a cada madrugada
despierto envuelto
bajo la sombra de tus brazos,
ese cálido velo imaginario,
como cuando me despertaba
bajo las sábanas
con uno de tus besos.
Porque en mis noches,
en una habitación tan esquiva y oscura
como las tardes de invierno,
sigo cerrando los ojos,
esperando que se esfume el tiempo.
Y me aferro a una almohada,
como niño pequeño,
huyendo de una pesadilla.
Aunque mi corazón ya no te nombre,
sé que aún te quiero,
tratando de quebrantar la distancia
entre mi dolor y tu silencio.