Acostumbro a dormir
reposando mi cara
sobre las palmas
de las manos.
Cierro los ojos
y sigo soñando.
Sueño, y lo hago contigo,
del día que te vi sonreír
entre el murmullo de las olas,
en una tarde de verano,
cuando me enamoré de tus labios.
Cierro los ojos,
anhelando hallar
esa paz,
que solo tus besos lograron.
Pero en tu despedida,
me regalaste silencio,
y solo oigo en las noches,
cómo las horas, pasan de largo.
Y ya no duermo,
esperando que me envuelva
un frío velo, y nunca más,
volver a soñar despierto.