Al amanecer, cuando luz del día
se filtra tras las cortinas,
tu boca me despierta,
envolviendo mis sentidos,
y el mundo entero se suspende,
cuando comenzamos a hilvanar
una nueva historia,
con el primer roce de tus labios.
Besos, cada día únicos,
de presagios y sabores diferentes,
un rito sagrado devorado
bajo la luz tenue,
entre los pliegues de las sábanas.
Encuentro en tu cuerpo la inmortalidad,
mientras el mundo aún se oculta en el rocío.
Extasiado, inmóvil,
siento que te pertenezco
en este instante,
consumido, desvarío,
mientras el mundo
aún reposa en silencio.
Bajo la tenue luz del alba
hallo la eternidad;
en cada beso,
el principio de una promesa,
en cada beso,
se resuelve mi muerte.
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