Me siento en mi silla de madera
a contemplar el paisaje
desde mi ventana
y ver como los rayos dorados de sol
iluminan el camino mojado
y poco a poco se va secando.
Mis pasos ya no se aventuran
a caminar muy lejos,
estoy cómodo y cansado.
El verano lentamente anuncia su final,
y las golondrinas abandonan
sus cunas de barro en los tejados.
Me siento en mi silla de madera
a observar como la noche avanza
y el día se despide.
La vida no es más que un viciado
ciclo de imitaciones del pasado
y algunas transformaciones.
Las hojas marchitas se precipitan
hacia el suelo.
Las promesas y esperanzas
se nos van con el viento.
En esta tarde serena
doy gracias por cada instante
vivido y sentido.
Dejaré atrás el acomodo
de la silla, y me levantaré,
no necesitaré mochila,
e inicaré un hermoso viaje,
a lo desconocido y descubrir
la belleza de lo efímero
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