Mis pasos son guiados
por caminos de tierra,
entre campos polvorientos
que respiran tu ausencia.
Bajo la sombra de las hojas,
tu figura persiste, oculta,
y allá, en la lejanía, resuena tu nombre,
como eco en labios ajenos,
que fluye con firme presencia.
El sol se rinde,
y la luna despierta,
cada estrella en la penumbra,
testigo ambulante
de mi interminable espera.
Hojas marchitas caen en procesión,
como lágrimas de la noche,
y se acumulan en el sendero,
testigos silenciosos,
en esta prolongada calma,
de los días que han pasado
desde el instante de tu partida.
Aunque me quede sin camino,
entre el susurro de las ramas
y murmullos del invierno,
he sellado una promesa,
en esta senda enredada
que se despliega ante mis pasos,
donde siempre te espero,
y al alba, sembraremos nuestro reencuentro.
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