Mi corazón es como un reloj
que no halla la hora,
manecillas caprichosas,
acelerando al alba,
o bien se demoran
en la sombra,
cuando cae el sol.
Giran sin patrón conocido,
en su propio ritmo,
sin obedecer dirección,
un pulso incesante
de un amor perdido,
en eterno adiós.
Latidos prisioneros
en un muro frío,
de un corazón errante,
que nunca reposa.
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