No sé por qué regreso,
cada noche, a este rincón,
lejos del mundo,
mi corazón enredado en zarzales,
un paraje oculto,
donde mi razón y alma
no tienen cabida.
Es tan solo barro, quebrantado
bajo mis pasos,
que he convertido
en el prostíbulo de mi dolor.
Un dolor que vierto,
con la mirada en el suelo,
esperando capturar,
al paso de la primera estrella,
un destello fugaz de consuelo.
Me se siento más cerca del cielo
que de esta tierra.
La esperanza, veneno delicado
que sazona mi pena.
No sé por qué regreso,
qué intento descubrir mirando allá,
tan lejos, si al cerrar los ojos,
y cada noche que pienso en ella,
siento cómo mi pecho se quiebra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sé respetuoso