Viajé solo por las sendas
voraces del destino,
con un puñado de sueños
en mis bolsillos,
como único equipaje,
y tan marchitos, como las hojas secas
de esos arboles que fui dejando atrás.
El recuerdo de que mirar atrás
fue tiempo perdido,
cantando a las estrellas,
llorando en soledad.
Y te cruzaste en mi camino
con tanta fuerza
como las tormentas
fortuitas del estío.
Rompiste con tu sonrisa,
esa urna de cristal,
que aprisionaban los sueños
y uno a uno, volvieron a mí,
dándome fortaleza para poder continuar.
Poder dejar las huellas
de mis pasos atrás,
y seguir tras esa cálida brisa
que me has dejado como guía
y me conduce hasta ti,
alejándome de mis sombras,
y no volver a tener que mirar atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sé respetuoso