viernes, 1 de diciembre de 2023

Navidad



 Bajo los ecos de risas forzadas,

la escena se adorna de singularidad,

tras el festín inicial, el banquete de la farsa,

es el instante de envolver alegría,

una falacia hábilmente disfrazada,

en papel de engaño, con sabores festivos,

se despliega la ficción de paz y armonía,

brindemos con el prójimo y extraño,

con nuestra mejor botella de hipocresía, 

es la Navidad.


Adornamos corazones con destellos ilusorios,

luces que emulan autenticidad,

en el árbol parpadean promesas vacías,

abrazos efímeros y cálidos,

cada encuentro es un sacrificio,

cada gesto, una representación,

 un teatro de artificio, es la Navidad.


Llamadme insensato, 

mas quiero,

que todas las luces se extingan,

y prefiero,

sumergirme en el silencio,

bajo sombras de sinceridad.



En mi soledad,


En mi soledad,

una velada luz blanca avanza con calma,

como susurros penitentes

sobre espejismos en sombra,

en un reflejo difuminado y tenue,

de lo que una vez fue realidad.



En la oscuridad de mi soledad,

busco rosas rojas,

que planté para ti,

y el viento las acariciaba al azar,

pero ahora,

quizás yacen marchitas,

y no sé cuándo florecerán.



En el jardín de atrás,

el silencio,

espinas y recuerdos brotan,

y nada más.



Una ausencia aflora,

como en un desván sellado al tiempo,

implacable y voraz.



Ningún aguacero

limpiará el suelo

de mi soledad,

de nuestras historias,

mezcladas como hojas al vuelo,

que vienen y van.



Si mi alma fuera brizna de hierba,

quizás,

germinen huellas de esperanza,

quizás,

se disipe este pesar.



Si mi amor solo fuera tuyo,

y nada fuera mío,

hoy, solo quizás,

en mi eterna soledad,

no tendría nada que enterrar.


A los pies del naranjo,

 


A los pies del naranjo,

desde las raices nacida,

reposa una delicada flor,

ofrenda de toda una vida:

¡fragancia bajo tu sombra entregas,

azahar que a la tierra arrojas!

Un lamento despliegas,

brotando en la despedida,

y en la suave brisa se eleva,

el perfume de un adiós.



Ser romántico

 



Ser romántico no es solo

encerrar en sí palabras bellas,

de sentimientos que laten,

y penas que ahogan.

Ser romántico es pasión,

es mirar con la intensidad

de un ocaso que consume,

ser fuego que devora.

Cómo besas, y abrazas el tiempo

como si fuera escaso,

descubrir en la respiración

las huellas de su presencia.

Tener miedo y no titubear

cuando en sus ojos tu alma se refleja.

Ser romántico es sentir,

ser el eco de los latidos del pecho,

es hacer sentir lo que sientes

y tú, con tu magia,

haces que yo sienta.

No necesitas ser romántica,

lo eres a tu manera,

pero ser romántico,

es hablar con el corazón,

y el tuyo, de silenciosa grandeza,

no tiene fronteras.





Tengo la austera esperanza,

 


Tengo la austera esperanza,

oculta en un suspiro,

de ilusionarme de ti,

y en el devaneo desatado,

renunciar a la razón,

partir descalzo,

y errar contigo.

Que seas el suelo

donde despiertan las rosas rojas

las promesas,

suspiros y llantos.

Que seas cielo y mar

por donde peregrino,

vendaval sobre mis pasos,

la sombra donde naufrago.

 Esperanza,

 que seas la tierra sobre mis manos,

la quietud donde reposar,

en el crepúsculo de mis latidos.



Me llamas ciego,


Me llamas ciego,

porque pretendo en ojos ajenos,

lo que en los míos no encuentro,

el alivio de un dolor,

que yo solo sostengo,

pero nadie más ve.


Ciego,

porque cada día regreso,

al mismo trasnochado café,

de perfumes febríles

y aires cargados,

para inhalar las historias

que otros han desdeñado.


Una silla de palabras vacías

yergue a mi lado,

cierro los ojos,

su sombra apagada adquiere forma,

finjo que conversamos,

pero nadie más nos ve.


Ciego,

porque bebo sin dueño,

sobre estas pesadas

hojas de papel,

en la solitaria compañía,

y no hallo el rastro extraviado,

que se refleja en mis callos,

de un amor que se despidió,

y con ojos bien abiertos,

no lo quise ver.




No sé si tañe mi verbo

 




No sé si tañe mi verbo en tus palabras,

el tuyo reposa en mis labios,

pero aquel día,

te convertiste en mi verso,

y trocaste mi caminar,

aquella tarde tranquila,

de solitario viajero,

con errático peregrinar,

fortuita bajo el cielo,

maldita sobre mi piel,

en cada suspiro,

mi pecado,

mi modo de amar.



Dunes