No recuerdo el día
que alejaste tu mano de mi mano.
No fui consciente
que el dolor llegó callando,
hasta que mire atrás,
y en mis lamentos,
estaba tu nombre,
viendo tu silueta
alejarse de mis noches.
No pude retener
tus pasos errantes.
Era tu destino,
y cada huella
que dejabas,
cada palabra
que callabas,
era tu camino.
Ese mismo,
que te apartó de mí
Te busqué siempre
con cada puesta de sol,
esperándote de pie,
lleno ilusiones,
mirando como,
con la llegada de la tarde,
se ruborizaba el cielo,
del mismo modo que
con tus besos,
pintabas mis mejillas.
Siempre te busqué
a gritos,
sin llanto,
en el silencio,
sin consuelo.
Y permanecí esperando
a que la marea trepara
por mis rodillas.
Anhelando que el vuelo
de alguna gaviota me trajera
de vuelta tu sonrisa.
Deseando sentir otra vez
el calor en mi corazón descalzo,
de esta arena,
que ahora yace fría.
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